A Icíar Bollaín le gusta conversar. Habla con pasión de su trabajo, incansable después de meses de promoción dentro y fuera de España de su nueva película Yuli. Durante su estancia en Viena, con motivo del estreno de su nuevo trabajo este 15 de febrero en el Filmcasino de Viena, pudimos charlar con la directora española, quién además estará acompañada de su pareja Paul Laverty (el guionista de la película) en el coloquio que tendrá lugar después de la función del film.
Yuli apuesta por una novedosa narrativa, en la que el baile se convierte en un elemento central para contar la historia de Carlos Acosta, uno de los bailarines de ballet más importantes de nuestro tiempo, que llegó a ser primera figura del Royal Ballet.
Una fascinante historia con La Habana como escenario, sobre la infancia y adolescencia de Carlos Acosta, a quien su padre, además de darle el mitológico sobrenombre que da título a la película, le obligó a iniciarse en el mundo del ballet en contra de su voluntad cuando él sólo era un niño.

Gracias Icíar por tu tiempo y que alegría que estás en Viena estrenando tu nueva película Yuli.
Cuando una distribuidora, como en este caso Polyfilm, que ya distribuyó El Olivo, coge una película tuya, sabes que está haciendo una apuesta difícil. Hay un mercado con una oferta de películas enorme y apoyar la película con tu presencia les ayuda. Es una manera de fidelizar y cuidar al público. Aparte de que me encanta. Es una manera de ver como se recibe tu película en otros países.
Es muy interesante ver lo universal que es la película, si la gente se ríe en los mismos momentos o si les emociona lo mismo dependiendo del país.
Hace unas semanas estuve en Alemania, y va fenomenal la película. Es una alegría enorme, ves que compensa y que la apuesta que hace la distribuidora funciona. Hay mucho público latinoamericano, cubanos por supuesto, pero también hay un público con idioma alemán que tiene mucho interés en el español.
Rodar un biopic supone tener que ceñirse a una historia. ¿Es entonces el "cómo se cuenta" lo que ha de marcar la diferencia a la hora de hacer la película?
Los biopics son muy difíciles de hacer, ya desde el guión. Paul desde el principio estaba muy alerta al escribir el guión y quiso romper esa estructura de contar un acontecimiento detrás de otro. Por eso creó esta triple estructura compuesta por el pasado que recuerda Carlos- su infancia y juventud-, el presente que es el propio Carlos Acosta desde el teatro de La Habana imaginando su propia vida bailada y luego el propio baile, que cuenta escenas de la vida de Carlos. La película va del presente al pasado y al contar las historias en forma de ficción convencional y de repente bailarlas, también rompe la narrativa.
La segunda cosa que les pasa a las biografías es que te tienes que ceñir a lo que pasó y no puedes cambiarlo demasiado, pero si tienes que elegir qué cuentas. Dentro de todo lo que se podía contar de la vida de Carlos, una de las cosas era la relación de Carlos con su padre. Y eso traía el tema racial, el hecho de ser un negro que acaba bailando en el corazón del Royal Ballet. Y también hay una parte muy bonita que es la historia de la familia de Carlos, que en el fondo es la historia de un montón de familias en Cuba.
Además teníais a Carlos Acosta interpretándose a sí mismo, atento a lo que se estaba contando y cómo se está contando.
A Carlos le fascinó el guión y en realidad nos dejó manos libres. Aparte de todo es un hombre extremadamente ocupado y cuando empezamos, en seguida se dio cuenta de que no iba a poder ni siquiera hacer las coreografías, que a priori era algo que le apetecía mucho hacer. A mí Carlos me dijo al principio “lo mío es bailar, lo tuyo es hacer cine”. La verdad es que se lo agradezco porque hubiera sido muy complicado.
Carlos vino al rodaje al final, porque estaba de gira bailando con su compañía por el Reino Unido, hizo sus escenas y, como quien dice, se sentó a ver la película casi como un espectador más.
Como bien decías, el baile, junto con la música, es un elemento narrativo central en la película. Eso supuso un reto. ¿Tenías formación en baile o música previa?
Supuso mucho trabajo previo. Yo bailé ballet de pequeña a los siete años y me pareció un tormento, así que lo dejé y me puse a hacer Judo que me pareció más entretenido. Sí que he crecido en un ambiente en el que la música estaba cerca pero no es mi formación. Es decir, para mí ha sido un reto grandísimo pero muy bonito y he aprendido mucho.
Ha sido un trabajo largo, de adaptación de las coreografías y la música. Y hasta que no lo llevamos a montaje, no sabíamos como iba a funcionar la mezla de narrativa de ficción y baile. Si, habíamos conseguido que esa mezcla no frenara la historia y el espectador no se perdiera. Como por ejemplo en la escena de la paliza, porque vamos y venimos de recuerdos del pasado al baile. Todo eso fue experimental.

El espectador no está acostumbrado a que le narren una película en un lenguaje tan musical y con coreografías.
Yo no lo había visto nunca. Es una ficción, la gente entra a ver una peli. Y no es un documental, aunque tenga a Carlos Acosta interpretando a Carlos Acosta. Hay muchas apuestas en la película que no teníamos ni idea de cómo iban a funcionar.
¿Qué fue lo que más os atrajo de la vida de Carlos Acosta para convertirla en película?
No costó ningún trabajo decidirnos porque la verdad que es muy interesante. Normalmente las historias o las escribe Paul o las escribo yo. Y nacen de cada uno.
La productora británica de la película y en concreto Andrea Calderwood ya llevaban tiempo intentando contar esta historia. Habían tenido otro guionista, pero el guión no les convencía y entonces Andrea se lo propuso a Paul. Habíamos quedado en que la próxima película la haríamos juntos y a Andrea y a Carlos les pareció muy bien y entramos los dos.
Leímos los dos juntos la autobiografía y lo que más nos llamó la atención fue sobre todo la parte de la infancia, porque es muy rica. Yo creo que la infancia es lo que da carácter a la gente y donde está nuestra esencia. Y más en el caso de Carlos que viene de un barrio muy concreto, con ese padre tan concreto, en una ciudad tan especial como es La Habana.
Carlos es un niño que no quiere bailar, negro, de un barrio humilde de La Habana que acaba de super estrella en el Royal Ballet bailando el primer Romeo que no es blanco.
En la película se habla de esa relación padre e hijo un tanto tormentosa y se dan una serie de elementos relacionados con la masculinidad, como es el tipo de educación no exenta de violencia y el hecho de que un niño baile ballet en los años 80.
En eso hay una cosa muy rara y es que ese tipo de padre autoritario, violento a veces, camionero, de un barrio así, quisiera que su hijo fuera bailarín. Santiago, que interpreta al padre, aunque en realidad no es actor, sino coreógrafo y además fue profesor de Carlos, decía que el padre era un visionario y un ser excepcional.
Carlos se pasaba el día en la calle, bailando breakdance, y eran competiciones que a veces acababan a navajazos. El padre al principio le mete en ballet como una forma de disciplina. Enseguida la profesora Chery se da cuenta de que Carlos tiene unas facultades extraordinarias y el padre también lo ve. Y no le permite que lo deje. Y es verdad que en el barrio lo llaman maricón, pero al padre le da igual porque ve la posibilidad de que su hijo tenga en el futuro la vida que él no ha podido tener.
La película transcurre en La Habana, que ya de por sí es una ciudad muy cinematográfica. Habéis estrenado Yuli en el festival de cine de La Habana, ¿cómo fue ese momento?
El estreno fue espectacular. Fue en un cine, el Karl Marx, que tiene 5.400 butacas y es impresionante. Estaba Carlos, su maestra, todo el elenco y el equipo cubano, la familia.
Fue muy bonito. Además porque los cubanos, aparte de llorar y reír, dijeron “qué cubana es la película”. Y no siendo ni Paul y ni yo cubanos que sientan que la película se ha contado sin una mirada estereotipada es un halago. Se pasó en otros dos cines de La Habana y había colas dando vuelta a la manzana.
Carlos está muy emocionado y agradecido con la película. La primera vez que la vio se pasó llorando toda la película, pero me dijo que la película era el mejor regalo que podía hacer a sus hijas porque van a conocer de donde vienen y quién era su padre.
Icíar, tus películas contienen un mensaje de denuncia o buscan al menos que el espectador se pare a pensar y a mirar un momento alrededor. ¿Como directora eres consciente de que hacer películas es tener un altavoz con el que llegar a mucha gente?
La verdad es que no lo hago muy a propósito y el origen de una película mía no es la denuncia. Me lleva más la curiosidad. Son temas que me interesan y que me parecen que pueden interesar a mucha más gente. Lo que pasa es que me parece que hacer una película es un esfuerzo económico y humano muy fuerte y entonces merece la pena hablar de algo valioso.
Me interesan las películas humanas, que hablan de las cosas que nos pasan. Creo que en la historia de Carlos Acosta nos podemos ver representados aunque no bailemos, no seamos negros y no seamos cubano. Las raíces, el añorar tu lugar, yo que vivo fuera de España, también me identifico con eso.
¿Aprovecharás para visitar Viena?
Queremos ir a ver las obras de Klimt. Vengo con mis hijos y uno de ellos acaba de estudiar el Art Nouveau. A patinar sobre hielo, que hay una pista muy bonita, y disfrutar de la comida, de los paseos, de la hospitalidad. Es una ciudad maravillosa y muy abierta.
Dónde ver Yuli: filmcasino.at/film/yuli