La cineasta catalana, nacida en 1986, se ha consolidado como una de las voces más sensibles del cine europeo contemporáneo. Tras ganar el Oso de Oro en Berlín con Alcarràs - y ser nominada al Óscar -, Simón concluye ahora con Romería una trilogía autobiográfica que comenzó con Estiu 93 y continuó con Alcarràs.
Rodada en Vigo, Galicia, la película sigue a Marina, una chica de 18 años que se embarca en un viaje para descubrir sus raíces y el pasado de sus padres, fallecidos de sida tras años de adicción a la heroína. Criada en Cataluña por su familia materna, Marina nunca había estado en Galicia. Su viaje se convierte así en una búsqueda de identidad, marcada por el reencuentro con sus tíos y abuelos, y por una mirada inocente que Simón refuerza con un lenguaje visual teñido de cualidades oníricas.
La historia tiene claros ecos autobiográficos: al igual que su protagonista, Carla Simón perdió a sus padres a causa del VIH y fue criada por sus tíos en Cataluña. Esta experiencia personal confiere a la película una autenticidad emocional que impregna cada plano.
Los protagonistas, Llucia Garcia y Mitch Robles, debutan como actores y encarnan con naturalidad la intimidad y la ternura que exige la historia. Fiel a su estilo, Simón vuelve a apostar por actores no profesionales, buscando una verdad orgánica ante la cámara. Ambos actores estuvieron presentes en la proyección, presentados por Eva Sangiorgi, directora del festival, ya que la cineasta no pudo asistir por haber sido madre recientemente.
La fotografía de Romería refuerza el tono introspectivo de la película: la luz natural, los primeros planos y la atmósfera húmeda y brumosa de Galicia crean un paisaje poético, donde el mar se convierte en una metáfora de la memoria y la identidad.
Tras la proyección, que duró casi dos horas y fue calurosamente aplaudida, los actores compartieron con el público detalles del rodaje y reflexionaron sobre el contexto histórico en el que se desarrolla la historia: la Transición española, con su despertar de las libertades, la efervescencia cultural, la aparición de movimientos juveniles, la música y también la sombra del consumo de drogas.
García y Robles contaron que el proceso de preparación duró tres meses, durante los cuales trabajaron juntos para construir la cercanía que requería la relación de sus personajes.
Romería se revela como un viaje personal y generacional, donde lo íntimo se entrelaza con lo colectivo. Con su estilo sobrio y emotivo, Carla Simón vuelve a filmar la memoria con ternura, reafirmando su lugar como una de las cineastas más sensibles y honestas del cine actual.