El curador peruano Miguel A. López invitó a los artistas a responder cómo ellos están generando formas de oposición a nivel local en contra de estructuras de violencia racista, sexista, homofóbica, en contra del mandato de la masculinidad, de la opresión de comunidades indígenas y del colonialismo medioambiental, así como la idea de que los humanos son superiores a otras formas de vida no humanas y de cómo están cuestionando el modelo de una democracia liberal, que en gran medida está sostenida en la desigualdad o falsa democracia.
La exposición se retrasó un año por la aparición de la pandemia, sin embargo, justo ahora la temática está más actual que nunca y la constelación de artistas conforman un ensamblaje perfecto que protesta por las mismas causas.
Miguel A. López vendrá a Viena este verano para presentar algunas ponencias en la Kunsthalle y explicar la resistencia artística que logró representar en contra de un sistema social capitalista e injusticias sociales, así como dar luz pública a temas que habían sido silenciados por una parte de la sociedad.
En esta entrevista exclusiva que realiza el también artista colombiano Antonio Zapata (arquitecto, pintor y profesor del Instituto Austriaco para América Latina) descubrimos todos los detalles de ”And if I devoted my life to one of its feathers?”, su desarrollo y objetivos.

Antonio Zapata: ”And if I devoted my life to one of its feathers?” ¡Bellísimo título! “Y si dedicara mi vida a una de sus plumas”. ¿Por qué este título para la exposición?
Miguel A. López: Viene de un poema de Cecilia Vicuña, una artista, feminista, activista y poeta chilena y que está inspirado en un colibrí que se estrelló con una puerta de vidrio en su casa en Santiago. El colibrí quedó herido y Cecilia acercándose a este, contemplando ese momento de dolor y casi de fallecimiento, se preguntó personalmente ¿qué podría significar para ella dedicar su vida a una de sus plumas?. Fue un momento que se transformó en un poema, donde ella básicamente está intentando describir las plumas como tal, pero sobretodo conectando de una manera muy especial con el colibrí. Y con lo que significa imaginar vínculos entre la vida y la muerte, entre el cuerpo y la tierra, entre el mundo humano y los mundos no humanos.
Yo venía trabajando con Cecilia desde hace varios años y curé su retrospectiva que actualmente está en Madrid, en el Centro de Arte Dos de Mayo. El trabajo con Cecilia me permitió enlazarme con estas visiones de interconectividad que aparecen expuestas en su poesía y obra. Sentí que la manera en la cual Cecilia se preguntaba cómo dedicar esa vida a una pluma, realmente representaba la posibilidad de imaginar nuestras estructuras vitales de otro modo. Era replantearnos la manera de cómo nos relacionamos con la tierra, con los animales y con todo lo que nos rodea. Era una invitación a invertir los vínculos de jerarquía, esas visiones de poder, de dominio, de control que los humanos hemos construido. Es una pregunta abierta a pensar a ¿qué dedicamos nuestras vidas? ¿Con qué nos conectamos? ¿Qué tipo de redes tejemos? Y ¿qué significaría invertir las relaciones de poder y también en dónde ponemos el afecto y el amor?

Antonio Zapata: Como dices, la exposición es una invitación a crear conexiones entre narrativas, estéticas, luchas y también a convocar una conversación poética. Pero, ¿cuál es el hilo que cose toda esta manta de retazos?
Miguel A. López: El tejido que vincula los distintos proyectos. Me interesaba mucho el sentir y poder lograr que las obras mismas compartieran sus preocupaciones y sus luchas y poder percibir qué es lo que ocurriría en ese diálogo inesperado en algunos aspectos.
Creo que hay un trasfondo importante sobre cómo distintos artistas, procesos y prácticas prestan atención a la manera en la cual el modelo neoliberal viene destruyendo al planeta y cómo ese modelo está especialmente vivo en las lógicas extractivas, que organizan al mundo y que son las que han modelado al mundo desde el inicio del proyecto colonial. Es justamente esa continuidad del extractivismo, lo que está generando un nivel de erosión planetario, medioambiental, pero también humano afectivo.
![Bartolina Xixa, Ramita Seca, La Colonialidad Permanente [Trockener Zweig, Die permanente Kolonialität], 2019, Filmstill, Courtesy Maximiliano Mamani/Bartolina Xixa (Foto: Kunsthalle)](/images/2021-05/bartolina-xixa-ramita-seca-la-coloniadad-permanente-2017-web.jpg)
Antonio Zapata: Ciertamente ese extractivismo neoliberal del que hablas, en el cual Latinoamérica, Asia y África están condenados a ser proveedores de materias primas. Como latinoamericanos sabemos que la megaminería y la concentración de tierras son una de las lógicas de este neoliberalismo. Y como lo has mencionado, los grupos indígenas son los que más sufren estas consecuencias. Pero también el campesino, la mujer, la campesina indígena. Hace pocas semanas se desató en Austria un debate sobre la misoginia y el feminicidio bastante álgido. Nosotros como latinoamericanos conocemos mejor esta violencia de género. Y por eso esta exposición ha llegado como un anillo al dedo.
La violencia contra las mujeres ya no es un efecto colateral de la guerra, sino más bien un objetivo estratégico, o sea, ahora un soldado no viola a una mujer por su urgencia física, como en la Primera y Segunda Guerra Mundial, sino como una pedagogía del escarmiento, del miedo, de cómo marcar territorio. Vemos la violación y la agresión sexual como un arma de guerra y el cuerpo de la mujer como campo de batalla y -yendo un poquito más allá o peor todavía-, hablando de niñas indígenas o indígenas travestis.
Otro ejemplo en Colombia en el marco del Acuerdo de Paz... es que han aparecido niños campesinos que fueron violados por soldados y apenas ahora que son hombres empiezan a manifestarse.
Hablaste de puntos ciegos, de esas zonas invisibles por narrativas consensualmente instaladas en el imaginario visual. ¿Crees que el arte está logrando desvelar ese sinnúmero de puntos ciegos? Que gracias a esta interconexión -y por el uso de las redes sociales- la batalla sea más fácil que en tiempos, por ejemplo, del Grupo Chaclacayo en los 80’ en Perú?
Miguel A. López: Como tú dices, en América Latina tenemos una historia larga sobre temas de violencia misógina y esto es parte de nuestras conversaciones cotidianas. De hecho, uno de los términos que mencionabas justamente, esta pedagogía de la crueldad, como lo dice Rita Segato, es parte de una misoginia estructural e institucional donde convertir la violencia contra el cuerpo de las mujeres en espectáculos mediáticos es una manera de ejercer dominio y enseñar colectivamente cómo ejercer dominio sobre otros, o de cómo convertir a los cuerpos en cosas. Y eso es lo que la propia Rita llama el “mandato de la masculinidad” que está conectado con un proyecto de explotación económica, donde hay también una ecuación entre el cuerpo de las mujeres y la tierra a colonizar. Yo sí creo que el arte o incluso más allá del arte, porque no es una palabra que me encante usar, digamos la imaginación, la estética, la cultura visual tiene una posibilidad de responder ante estas estructuras misóginas y poder regenerar el tejido social.
Yo sí creo que hay algo muy poderoso en la estética para poder crear formas de contra-educación, es decir, hacer frente a ese modelo de la pedagogía de la crueldad. La imaginación y la estética pueden activar formas de contra-educación feminista que no tienen que pasar necesariamente en los espacios oficiales del arte, sino que surge de manera colectiva. En los últimos 6 - 7 años las movilizaciones del NiUnaMenos que han venido del sur de América desde el año 2015, las marchas a favor del aborto legal, seguro y gratuito, por ejemplo, entre varias otras formas de protesta han renovado el repertorio visual y estético, por ejemplo el pañuelo verde. Yo pienso que es uno de los más importantes símbolos y gestos de la lucha feminista y que se ha introducido en el vocabulario y en la rutina de miles de personas.
Eso es lo que a mí personalmente, como curador, como historiador me interesa. Pensar de qué forma la creatividad colectiva, formas muy sencillas de imaginación, de estética activan formas de protesta, de sanación, de lucha e incluso este tipo de gestos pueden acortar distancias, entre formas institucionales y formas callejeras.
Y tomando en cuenta eso, es muy interesante que la exhibición en la Kunsthalle Wien tenga mucho textil, es decir, pensando en lo que el textil y el tejido representan. Cómo el tejido se ha convertido justamente en el ejemplo del pañuelo verde, en una herramienta de la imaginación feminista y que permite un espacio de encuentro entre distintas demandas. Y eso es algo que para mí ha sido muy bello de acompañar como curador. Tenemos collages en tela, quilting, bordados, una instalación enorme de Cecilia Vicuña que está hecha de algodón, que es un Quipu que está invocando el quipu andino e incaico que fue reprimido por el proyecto colonial, porque fue interpretado como una forma pagana de comunicación. Entonces esas invocaciones permiten actualizar las luchas sociales. Y están también generando un encuentro entre técnicas tradicionales, formas experimentales y el tejido mismo es el escenario. Por ejemplo una pieza de Sophie Utikal en la que alude al derrumbe de monumentos coloniales y a la llegada de un nuevo mundo.
Entre otras piezas Olinda Silvano, una artista Shipibo, empieza a bordar las visiones que tuvo cuando estaba enferma de Covid-19 el año pasado. Como una forma de agradecer a las madres plantas que la curaron, especialmente en contextos tan fragilizados, tan precarios como los nuestros donde las comunidades indígenas han estado prácticamente prácticamente abandonadas por el Estado durante los primeros meses de la pandemia. Esta manera de acercarse al conocimiento sagrado de las plantas y encontrar refugio en la colectividad fue lo que le salvó la vida. Olinda Silvano agradece a las plantas a través de este este bordado Shipibo.
![Rosa Elena Curruchich, La señora vende barriletes y papel de barriletes [Die Dame verkauft Flugdrachen und Drachenpapier], ca. 1980er, Courtesy Privatsammlung, Foto: Juan Pablo Murrugarra](/images/2021-05/anna-boghiguian-the-unfaithful-replica-2016-scaled.jpg)
Antonio Zapata: Helmut Psotta del grupo Chaclacayo ha dicho que el ambiente humano oscila entre la gula y la soberbia, donde el consumo es una segunda naturaleza del ser y el oportunismo es un placer inevitable, compulsivo, que produce un sinsentido cada vez más profundo. En cambio este tejido hecho a mano, con un sentido completo, como tejer un pañuelo o una mantilla, la aguja con la que se hace croché y teñir las lanas... es muy hermoso. El “Burnt Quipu” por cierto tiene una relación con las quemas en la Amazonia?
Miguel A. López: Si, Burnt Quipu, el quipu incendiado con los colores del humo, de la ceniza y del fuego.
Cuando entras al quipu y lo rodeas, ves los nudos que lo sostienen, esas largas tiras de algodón, se sienten como puños que están ascendiendo. Hay una cosa sorprendente ahí. De pronto recordé eso también, porque tenemos otra pieza de Cecilia muy bella que se llama “Árbol de manos” que es un collage que ella hizo en el 74, un año después de que comenzó la dictadura militar en Chile. Es una especie de árbol hecho con manitos recortadas de colores, que para mí es como un monumento al cuidado y a la solidaridad. Para mí también esa obra en la exposición coloca una referencia sútil a la dictadura militar chilena, porque la dictadura chilena fue un laboratorio del proyecto neoliberal. Es allí también donde se ensayan varias de las premisas neoliberales que luego serían implementadas en los 80, en gobiernos como el de Ronald Reagan o Margaret Thatcher. En fin, toda América Latina ha sido un campo de prueba de este tipo de políticas y violencias.

Antonio Zapata: En el 2020 editas la biografía y retrospectiva de Cecilia Vicuña “Veroír el fracaso iluminado”. ¿Representa Cecilia Vicuña una inspiración para tu trabajo?
Miguel A. López: La verdad es que sí. Conocí a Cecilia hace siete años. Ya conocía su obra en el 2010, cuando exhibimos una exposición colectiva en un museo en Alemania sobre formas de resistencia ante la violencia política en América del Sur y en Europa del Este. Fue un diálogo de varios curadores y ahí una amiga y colega, Paulina Varas, curadora de Chile, incluyó una serie de materiales de Cecilia que ella realizó cuando estaba viviendo en Londres en el 74, con el colectivo “Artists For Democracy”, que fue un intento de generar solidaridad internacional en rechazo a la dictadura militar chilena. Pero yo no conocía la obra plástica de Cecilia como tal. Recién en el 2013 conocí sus pinturas de finales de los 60 e inicios de los 70, obras que fueron ridiculizadas y poco apreciadas por decirlo elegantemente, en aquel momento fueron consideradas pinturas de baja calidad. Ella estaba generando un diálogo con la pintura campesina, con la pintura de la escuela cusqueña de los siglos diecisiete y dieciocho.
Luego en esas conversaciones con Cecilia, empezamos a imaginar la posibilidad de mostrar su obra como nunca se había podido sentir y entender. Era una serie de líneamientos muy complejos que atraviesan no solamente la obra, sino la ética y el compromiso político de Cecilia, que justamente intersectan preocupaciones en relación a la destrucción de la naturaleza, un feminismo que hoy podríamos llamar “feminismo decolonial”. Pero en el momento en que Cecilia empezó a crear no existía ese vocabulario, era casi un feminismo erótico. Incluso en los 60 ella habla de un socialismo erótico, de poder reconciliar un pensamiento de izquierda con un proyecto en el cual las mujeres reclaman el derecho a su propia sexualidad, a su propio erotismo. Así que organicé su retrospectiva.
Pero Cecilia es sin duda una figura inspiradora y no solamente para mí. Creo que está apareciendo también en las luchas feministas, que están ocurriendo en las calles. La manera en la cual, por ejemplo, la poesía de Cecilia ha sido recuperada en las calles, ha empezado a ser utilizada para crear prendedores, para crear frases en bolsos, para activar ocupaciones en espacios públicos. Es realmente impresionante cómo la poesía y el arte demuestran su potencial para modelar la rabia y la indignación y convertirlas en formas creativas de respuesta.

Antonio Zapata: ¿Crees que a raíz del cambio climático y otros factores la juventud empieza a despertar políticamente?, después de un letargo de muchos años.
Miguel A. López: Yo siento que en América Latina hay un surgimiento impresionante, un bullir de movilizaciones y de decir con mucha claridad que ya el modelo neoliberal llegó al límite, que no es posible seguir sosteniéndolo. Chile ha dado y sigue dando un ejemplo fantástico. Fue por mucho tiempo esa especie de “modelo a seguir” en el continente, que había implementado el neoliberalismo y que había ido todo de maravilla, lo cual era claramente un mito y todas esas fracturas ya se venían sintiendo a lo largo del tiempo. Y en estos dos años de respuesta y movilización Chile está consiguiendo cambios históricos. Por un lado fue dejar atrás la Constitución creada en dictadura, que es un paso realmente muy importante. Y por otro lado, apuntando a un proyecto de gobernabilidad plural y eso es algo fundamental que está pasando en distintos lugares.
Lo que está ocurriendo en Colombia es también como una luz. Es realmente triste acompañar la violencia normalizada, es un cinismo impresionante que Iván Duque no haya sido capaz ni siquiera de pedir disculpas, algo que incluso Sebastián Piñera sí hizo, luego de algunos días de protesta. Duque no ha podido hacer ni siquiera eso, ni reconocer sus errores, pero es algo que tiene sus límites. Y en ese sentido creo que hay otros procesos, como en Perú por ejemplo, que ahora mismo también está pidiendo un cambio de Constitución, una que se generó durante la dictadura de Fujimori en los años 90.
Yo creo que el ejemplo de Chile permite ver posibilidades y alternativas, porque la derecha y aquellos que defienden el modelo neoliberal dicen que no hay manera, no hay camino, pero sí hay caminos, maneras y alternativas concretas que la sociedad civil está implementando e impulsando. Creo que es un momento muy promisorio de cambio. No significa que vaya a ser fácil pero creo que las movilizaciones de los últimos años están abriéndose camino.
Y el feminismo es ahí también un faro importantísimo, está iluminando el camino, está construyendo vocabularios nuevos, está ampliando la base social.
Antonio Zapata: ¿Cómo logras reunir a 35 artistas de todo el mundo?
Miguel A. López: Lo que hace un curador en general es conectar procesos e inquietudes, incluso generar -como decía al inicio-, diálogos inesperados entre voces y formas. He estado viajando muchísimo en los últimos años, intentando estar muy atento a todas las cosas que están ocurriendo en distintos contextos para comprender el presente. He vivido cinco años en Costa Rica y estuve trabajando en la institución “TEOR/éTICA”, que está dedicada al arte de Centroamérica y El Caribe.
Quise generar condiciones para que los artistas pudiesen trabajar. En TEOR/éTICA implementábamos programas de becas, de investigación, publicaciones y exhibiciones. Fueron casi seis años de una colaboración espectacular y eso me permitió aprender muchísimo. Al mismo tiempo también viajé a Europa para investigar y dar conferencias. Viajé a Asia y a algunos lugares de África y esos intercambios me permitieron conocer a artistas espectaculares y mi compromiso como curador es trabajar para los artistas, construir plataformas en las cuales ellos puedan compartir lo que están haciendo y que puedan compartir la inequidad, denunciar la injusticia, impulsar formas de reconocimiento afectivo y ampliar nuestras posibilidades de habitar el mundo.
Antonio Zapata: Para terminar un gran poema de Cecilia Vicuña en el que se podría reemplazar el canto por toda producción artística:
- - - ❧ - - - -
El olor a pobreza y enfermedad
asalta al que entra
y se queda
por un cantar
La fragancia
es el canto
su liquidez
El canto
es la sangre
Transformando el dolor.
- - - ❧ - - - -
Muchas gracias Miguel y desde Viena un saludo a todos los artistas peruanos y mucho éxito en la exposición.
Web Kunstalle:
kunsthallewien.at/ausstellung/and-if-i-devoted-my-life-to-one-of-its-feathers
Sobre Antonio Zapata
Artista Antonio Zapata, de Colombia, vive desde hace 40 años en Viena - Austria. Aunque estudió arquitectura se ha dedicado a la pintura por más de 20 años. Es profesor y organiza eventos culturales en el Instituto Austriaco para América Latina.